El próximo día 7 de marzo, lunes, a las 19.30 horas, en la Academia de Cine (C/ Zurbano, 3. Madrid), se inaugura la exposición “Una Jirafa” que recoge la visión de veintiún artistas plásticos aragoneses del texto que publicase Luis Buñuel en la revista Le Surréalisme au Service de la Revolution.
La exposición se podrá visitar hasta el 15 de abril, en horario de 11 a 14 y de 17 a 20 horas, de lunes a viernes.
http://www.artixcreativo.com/exposiciones/exposicion-una-jirafa-de-luis-bunuel-en-academia-de-las-artes-y-las-ciencias-cinematograficas-de-espana-madrid/
En 1933 Luis Buñuel escribe su poema “Une Girafe” y lo presenta junto al escultor Giacometti en París.
Esta jirafa, de tamaño natural, es una sencilla tabla recortada en forma de jirafa que ofrece una particularidad que la diferencia del resto de los animales fabricados en madera: cada mancha de su piel está, en realidad, constituida por una tapadera que cada espectador puede abrir, o por un objeto, o por un agujero, o por una concavidad que contiene los diferentes objetos que se detallan en la lista siguiente. Es de hacer notar que esta jirafa no cobra cabal sentido sino cuando está totalmente realizada, es decir, cuando cada una de esas manchas lleva a cabo la función para la que fue destinada. Todo es absolutamente realizable.
Luis Buñuel
Estas 21 manchas de la jirafa son las que hemos reinterpretado 21 artistas, en mi caso la undécima.
En la undécima:
Una membrana de vejiga de puerco reemplaza la mancha. Nada más. Tomar la jirafa y transportarla a España para colocarla en el lugar llamado “Masada del Vicario”, a siete kilómetros de Calanda, al sur de Aragón, la cabeza orientada hacia el norte. Romper de un puñetazo la membrana y mirar por el agujero. Se verá una casita muy pobre, blanqueada con cal, en medio de un paisaje desértico. Delante una higuera, a algunos metros de la puerta. Al fondo montes pelados y olivos. Tal vez en ese momento, un viejo labrador salga de la casa con los pies desnudos.
Luis Buñuel
Y así desentraño yo, la undécima de la mancha:
El Santo Orín
Una vejiga de cerdo reemplaza la mancha. Nada más. Y nada menos, el sacro animal nos deja casi el único de sus órganos no comestibles, o eso es lo que creéis; el Vicario de Masada se bebe la sangre de Cristo, porque no vamos a poder bebernos nosotros la orina del tocino, bienaventurado animal que tantas vidas ha salvado en una España recomida por el hambre. En un acto litúrgicamente heroico y como ofrenda a San Luis Buñuel no hago ascos a este precioso caldo. Gracias a Dios yo también soy ateo.
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